Siempre he sido una persona que le gusta intentar las cosas por sí misma. Un poco manitas, se podría decir. Cambiar un enchufe, montar un mueble de IKEA, pintar una pared… me siento cómodo con esas tareas. Sin embargo, mi último proyecto, la instalación de un videoportero inalámbrico, ha resultado ser un hueso más duro de roer de lo que anticipaba.
Compré el equipo con toda la ilusión. La idea de ver quién llama antes de abrir, sobre todo viviendo en Ferrol, donde nunca está de más un extra de seguridad y comodidad, me parecía fantástica. Desempaqueté todo con cuidado: la unidad exterior, la interior, los cables (¡aunque fuera inalámbrico, siempre hay cables!), los manuales de instrucciones… Y ahí empezó la cosa a torcerse.
El manual, a pesar de las promesas de sencillez, parecía escrito en otro idioma. Conceptos como «sincronización», «configuración de red», «polaridad»… empezaron a sonarme a chino. Intenté seguir los pasos, lo prometo. Pasé una tarde entera con destornilladores, mirando tutoriales en YouTube (que hacían que pareciera ridículamente fácil, por cierto), y el resultado fue frustrante. El videoportero no hacía lo que debía hacer. La imagen fallaba, el sonido era intermitente, y la conexión con mi teléfono móvil era más inestable que el tiempo en Galicia.
Fue entonces cuando, con un suspiro de derrota y una mezcla de orgullo herido y sensatez, me di cuenta de que había llegado el momento de claudicar. A veces, es mejor reconocer cuándo una tarea supera tus habilidades o, simplemente, cuándo el tiempo que vas a invertir en intentar resolverlo por tu cuenta no compensa. Decidí que la mejor solución era llamar a un especialista para colocar mi videoportero inalámbrico Ferrol.
Busqué online fontaneros, electricistas, empresas de seguridad… Quería a alguien con experiencia en este tipo de dispositivos, alguien que supiera exactamente qué hacer para que mi flamante videoportero inalámbrico funcionara a la perfección. Encontré un par de opciones con buenas reseñas en la zona. Respiré hondo y marqué el número.
La persona que me atendió fue amable y comprensiva. Le expliqué mi odisea con el videoportero y, para mi alivio, no pareció sorprendida en absoluto. Concertamos una cita para que viniera a mi casa en los próximos días. Sentí un peso menos. A veces, la decisión más inteligente es simplemente delegar en quien realmente sabe. Estoy deseando que venga el técnico, ponga todo en marcha y poder disfrutar por fin de la tranquilidad y la comodidad que mi nuevo videoportero me prometía. Ferrol bien merece tener la tecnología funcionando como debe.