Grecia, Francia y Malta lideran el consumo per cápita de queso en Europa. Pese a compartir su mediterraneidad, España está a la cola en este ranking. Con todo, se producen en la Península más de doscientas variedades de queso, incluyendo algunos de los más saludables del mundo. Sirva de ejemplo el queso de cabra cremoso, fresco o curado, cuyas propiedades para la salud son ampliamente conocidas desde la antigüedad.
De sabor ácido y fresco, el queso de cabra o chèvre es un habitual de las despensas españolas. Su escaso aporte de lactosa y alto de probióticos está detrás de sus beneficios para la flora intestinal. También es fuente de potasio, riboflavina, fósforo, hierro y vitaminas del grupo A, K y D. Es compatible con dietas bajas en colesterol gracias a un contenido mínimo de grasas saturadas.
Elaborado con leche de búfala, la mozzarella es el ingrediente estrella de la pasta y la pizza, apreciado por su gusto suave y gran cremosidad. Sin embargo, su mayor fortaleza reside en su riqueza en proteínas, hierro y calcio, que influye positivamente en la digestión y la salud ósea y dental.
Por su parte, el queso feta es uno de los más consumidos y tradicionales de Grecia, Turquía o Dinamarca (tanto es así que se menciona en La Odisea homérica). Su abundancia de calcio lo posiciona como uno de los alimentos estrella para la salud ósea. De hecho, diversos estudios reconocen su papel en la prevención de la osteoporosis.
Otro producto quesero es el ricotta, requesón o mató, un derivado del suero de la leche que posee cantidades ingentes de proteínas, cuyo efecto saciante se combina con su pobreza calórica para convertirse en un aliado de las dietas para adelgazar.
Originario del Nuevo Mundo, el queso panela comparte con el requesón su bajo aporte de calorías, compatible con dietas light. También es fuente de ácidos grasos omega 6.