¿Puede un alga milenaria beneficiar al sistema digestivo y la salud cardiovascular caninos? La espirulina es la palabra de moda en el mundo de los Suplementos nutricionales para perros. Esta microalga unicelular que el pueblo japonés consume desde tiempos remotos, se ha convertido en una panacea «verde» contra distintas patologías que afectan a estos animales: la colitis, la leishmaniosis, la dermatitis atópica, etcétera.
Aunque la espirulina deba consumirse como un suplemento y no una medicina en sentido estricto, ¿por qué es tan beneficiosa para la salud canina? Primeramente, supone una «inyección» de vitaminas y minerales (hierro, selenio, calcio, vitaminas del grupo E y B12, betacarotenos) que enriquecen cualquier ración de pienso o comida húmeda.
En polvo, tabletas y otros formatos, la espirulina puede agregarse fácilmente a las comidas, con el objetivo de mejorar, por ejemplo, las digestiones de la mascota. Y es que esta alga milagrosa —como ciertos medios la bautizan— facilita la descomposición de los alimentos, favorece el tránsito intestinal y alivia los gases.
Los perros son vulnerables a las alergias ambientales y alimentarias. Gracias a su capacidad para fortalecer el sistema inmunitario, los suplementos de espirulina ayudan a prevenir reacciones alérgicas en el organismo canino. De lo contrario, deberá lidiar con problemas digestivos y respiratorios que afectarán a su calidad de vida.
Gran parte de la fama de la espirulina reside en sus efectos antioxidantes. La presencia de ficocianina y otros compuestos en esta alga se comportan como un antiinflamatorio natural. En dosis correctas, su consumo diario preserva las células de la acción dañina de los radicales libres.
Asimismo, introducir espirulina en su dieta puede reducir el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. Se ha demostrado que este «superalimento» disminuye la inflamación de las arterias, en beneficio del aparato circulatorio del perro. Como resultado, la mascota es menos propensa a experimentar ataques cardíacos.